"Cuba tiene que dejar de ser una de las mayores cárceles del mundo"
11:57
07 de marzo, 2010 Noemí Rodríguez.
El músico cubano Javier Fernández lleva 10 días en huelga de hambre "por la libertad".
El opositor está en el Consulado de Santiago acompañado por un amigo suyo. / N. Rodríguez
“Daré mi vida si es necesario por la libertad de mi país”, declara el músico cubano Javier Fernández a LA GACETA, cuando se cumplen 10 días desde que inició una huelga de hambre para denunciar la muerte del disidente Orlando Zapata Tamayo. Con una silla, un saco de dormir, varias pancartas y unas esposas que presiden el tinglado, Javier Fernández se ha instalado ante el Consulado de Cuba, en Santiago de Compostela, a escasos metros de la residencia oficial del Presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.
Todavía con mucho ánimo y aspecto saludable, este cubano que llegó a Galicia como saxofonista de una orquesta en 1993, pide a las autoridades gallegas, españolas, europeas, Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos (OEA) que actúen para conseguir la libertad de los 200 presos de conciencia que están encarcelados por el Gobierno castrista. Por el momento, no ha habido ninguna reacción.
“Estamos en el siglo XXI y tenemos derecho a vivir dignamente, sin tiranos ni tiranías, sin callar y someterse por unas migajas. Cuba tiene que dejar de ser una de las mayores cárceles del mundo”, explica con ansiedad Javier Fernández.
Fernández, que se define como músico negro cubano, ha emprendido esta cruzada para apoyar a la madre de Zapata.
“Ella y toda la disidencia cubana afirman que fue un asesinato premeditado por el comunismo estalinista y totalitario, por pensar y discrepar pacíficamente de ellos”.
Acompañado en todo momento por su amigo y compatriota, Alexander Sancesario, el músico, de 37 años, está dispuesto a llegar hasta el final y dar ejemplo a su hija en la lucha por conseguir una Cuba Libre. “Cuba es de todos los cubanos y no de una minoría totalitaria, represora y corrupta que la ha secuestrado, degradado y contaminado, material y moralmente”, grita Fernández.
Estos días han sido especialmente duros porque fue desalojado por la Policía de un galpón cubierto donde se había instalado y ha tenido que pasar a la intemperie el frío y la lluvia que dejó el ciclón Xynthia. “Pero no tengo miedo a morir”,
dice con optimismo.
Mientras amigos, curiosos y periodistas se acercan a Fernández para darle apoyo, en el Consulado cubano va creciendo el nerviosismo. LA GACETA llamó para hablar con el cónsul, pero cuando la funcionaria supo el motivo de la llamada, colgó el teléfono automáticamente.
Sin embargo, en un comunicado del Gobierno cubano, difundido por el Consulado en Santiago, se afirma que Orlando Zapata cumplía condena por delitos comunes y sólo se le vincula a la contrarrevolución tras su ingreso en la cárcel, “manipulado”, dice, por elementos pagados por Estado Unidos.
“Zapata no era un preso común, era un preso de conciencia”, dice Javier Fernández. “Seguramente el cónsul piensa como yo, pero no puede secundar mi protesta porque tiene miedo como tantos millones de compatriotas que sufren la represión del Gobierno de Castro. Yo seguiré aquí y espero que mi cruzada valga para algo, que me tomen enserio”, añade.
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