Aún fresca su victoria en la reelección de 2012, el presidente Barack Obama convocó a sus principales asesores y les pidió que “pensaran en grande” sobre una agenda para su segundo mandato, incluyendo allí las posibilidades de apertura de conversaciones con viejos enemigos de Estados Unidos, como Irán y Cuba. Dos años más tarde, después de una diplomacia secreta y minuciosa en pistas separadas, aunque sorprendentemente similares, los esfuerzos con Teherán y La Habana están en pleno apogeo.
Las negociaciones nucleares con Irán continúan y están lejos de ser un éxito garantizado. Pero el anuncio del miércoles pasado de que Estados Unidos y Cuba normalizan las relaciones tras más de 50 años de hostilidad, sugiere que uno de los últimos capítulos de la Guerra Fría puede estar cerrándose.
El acercamiento de Estados Unidos a Cuba comenzó con cautela en el año 2013, durante los primeros meses del segundo mandato de Obama. Se basaba en la idea de que ninguna mejora era posible a menos que el gobierno comunista de la isla liberara al contratista estadounidense Alan Gross, detenido y encarcelado en la isla por cargos de espionaje.
En la primera conversación después de que Obama nombrara a John Kerry como su nuevo secretario de Estado, los dos discutieron el encarcelamiento de Gross y la insatisfacción general con la política de Estados Unidos hacia La Habana. Kerry pidió rápidamente la ayuda del Vaticano, una de las pocas instituciones en el mundo respetadas ampliamente en los EE.UU. y en Cuba. El apoyo de la Iglesia Católica resultaría significativa.
Detrás de la escena, Obama comenzó a poner en movimiento las ruedas de su diplomacia secreta. Ninguno de sus funcionarios estaba autorizado a hablar. Exigió reserva absoluta.
Entre marzo y abril de 2013 el mandatario autorizó a dos de sus principales colaboradores a sentarse con los representantes del gobierno de Cuba para iniciar conversaciones exploratorias. Este esfuerzo coincide con otro de la misma dimensión, y también secreto: el diálogo entre funcionarios estadounidenses e iraníes en Oriente Medio sobre el programa nuclear del país persa.
Mientras las negociaciones con Irán se realizaban en Muscat (Omán) y en Ginebra (Suiza), las charlas con Cuba tenían lugar en las ciudades canadienses de Ottawa y Toronto, y en el Vaticano.
En junio del año pasado, Ben Rhodes, asesor adjunto de Seguridad Nacional de Obama, y Ricardo Zúñiga, asesor para América Latina, viajaron a Canadá para la primera de las nueve reuniones con sus homólogos cubanos.
Canadá no participó directamente de las negociaciones sino que jugó un papel de facilitador, similar al que desempeñó Omán en las negociaciones secretas entre Washington y Teherán.
Pero a principios de este año otro mediador poderoso ingresó forzosamente en el proceso con Cuba: el papa Francisco. El pontífice argentino le planteó a Obama la posibilidad de un acercamiento con Cuba en marzo, cuando el presidente de Estados Unidos visitó el Vaticano. Luego, en el verano, envió a Obama y Castro cartas instando a poner fin al congelamiento de décadas de duración.
Kerry, por su parte, realizó cuatro llamadas telefónicas en el mismo período con el canciller cubano, Bruno Rodríguez. Su planteo central fue que si algo le sucedía a Gross, de 65 años, las posibilidades de mejorar las relaciones con los EE.UU. habrían finalizado.
A partir de septiembre, los funcionarios estadounidenses y cubanos trabajaron en el Vaticano para finalizar el acuerdo. Las discusiones se desarrollaron prudentemente y culminaron el martes pasado en una conversación telefónica de 45 minutos entre Obama y Raúl Castro. Se trató del primer diálogo a nivel presidencial entre EE.UU. y Cuba desde que Fidel tomó el poder en 1959 y comenzó el embargo estadounidense en 1961.
El proceso fue muy similar al que permitió relajar las tensiones entre Estados Unidos e Irán el año pasado. En ese caso, Obama y el presidente iraní, Hassan Rohani, celebraron su propia llamada telefónica, lo que está llevando a un acuerdo nuclear histórico, con las discusiones más comprometidas entre ambos países desde Revolución Islámica de 1979 en Irán.
Mientras Obama hablaba por teléfono con su par cubano, Rhodes, Zúñiga y un puñado de asesores del mandatario festejaron en la Oficina Oval. La liberación de Gross, el intercambio de espías, la flexibilización de las sanciones comerciales estadounidenses y las promesas de ambos países de restablecer las relaciones diplomáticas fracturaron más de 50 años de operativos realizados por presidentes estadounidenses para aislar la isla o derrocar a Fidel y Raúl Castro.
Cuando el miércoles pasado Obama explicó en un discurso al país el nuevo camino que quería tomar con Cuba, Gross observó desde la Base Andrews en Maryland, a donde acababa de llegar desde Cuba. A su lado estaba Kerry, quien volvía de un viaje diplomático que incluyó una parada en el Vaticano.
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