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Sunday, February 15, 2015

Ni Chicho el cojo ni Fidel


Viernes 13, de Febrero de 2015
Por : Tania Díaz Castro
Periodista y Escritora cubana.


LA HABANA, Cuba. — Fidel ya no es Fidel. Tampoco es Chicho el cojo, un cubano de a pie que  ̈lucha ̈ el día entero, inventa su  ̈maquinaria ̈, hace piruetas en el aire para lograr un chavito o dólar. Luego llega a casa hecho mierda.
No le costó ningún esfuerzo convertirse en rey de aquel carnaval. Tenía buena voz, figura, cara, mirada de ave rapaz diurna, aptitudes teatrales y sobre todo, un deseo inmenso de ser protagonista de la historia: el líder indicado para aguijonear a los cubanos tontos que componían esa masa amorfa llamada muchedumbre.
De esa forma, una parte del pueblo se enredó entre sus propias patas, mientras que la personalidad ególatra, narcisista y ambiciosa de Fidel se enfermaba de poder cada día más.
Hoy, Fidel ya no es Fidel . Perdió su pequeña isla, su reino.
Como le queda algo de inteligencia, pese a los bombardeos apologéticos que aún le concede a diario su
prensa dependiente, él sabe que después de él, nada de diluvio.
La masa, aquella misma que parecía cortarse las venas por él, comenzó a comportarse de manera muy diferente: a robarle, como él se lo robó todo con su diabólico modelo económico. A ignorarlo, como él ignora al pueblo. A simular que trabaja, como respuesta electoral. A importarle un pito sus silencios maquiavélicos, porque se cansó del juego. A burlarse de su Moringa, porque ni su moringa sirvió de algo. A esperar, para enterrarlo como Dios manda como un viejo estadista nada brillante.
Aquel que fue Fidel, por si algunos no lo recuerdan, quiso ser también rey en  ̈...el país donde cada uno parece ser su propio dueño ̈, como dijo José Martí de Estados Unidos.


Sabía que allí se podía respirar libremente y armó otro carnaval a finales de abril de 1959.
Viajó por la costa norte de Estados Unidos siempre seguido por una corte interminable de reporteros. Subió a un tren en Princeton para que grupos de estudiantes lo aplaudieran. Viajó a Nueva York. En el Parque Central de esa ciudad se encaramó en una tarima y una multitud curiosa, como si presenciaran un circo, lo escucharon entre sorprendidos y apurados. Hizo algo igual en Boston. Aceptó salir por numerosos canales de la televisión mientras chapuceaba el inglés y llegó a cansarse.
Al final del viaje, no se sintió rey.
Fracasado, decidió regresar a su islita, donde ningún cubano de la masa lo sacaría de quicio, con una pregunta como la que le hicieron los atrevidos periodistas norteamericanos:  ̈Primer Ministro Castro, cuándo habrá elecciones en Cuba?
O lo que fue peor: Eisenhower prefirió jugar con sus peloticas de golf, en vez de conocer al nuevo rey caribeño.


De esa historia, ha transcurrido más de medio siglo. Cuba se ha quedado sin rey y sin reino, porque Fidel, ya no es Fidel. Hoy es sólo un fantasma sicodélico, intermitente, apocalíptico, terrorífico, que desaparece y aparece, aunque el pueblo no lo vea.
Las brumas del tiempo no lo perdonan. El conoce la mejor frase de todos los tiempos: Ha muerto el Rey. ¡Que viva el Rey!